lunes, 30 de julio de 2012

Un hombre fuera de serie


Me encontraba de viaje, y cuando regresé después de dos meses, me encontré con la ingrata nueva del deceso de mi buen amigo Pedro Aramburu. Sentí mucho no haber estado en los últimos momentos acompañándolo, tanto a él como a su entrañable esposa (mi Hada Madrina Jayone), e hijos.
¿Qué se puede decir para describir la pena? Quizá se pueda mitigar un poco recordándolo, no como se encontraba últimamente, sino cómo era hace unos años. No me convence el decir resignado de que ahora ya descansa en paz. Uno se aferra a la vida con uñas y dientes y la expresión de que mientras hay vida hay esperanzas, para mí continua vigente.

Estoy seguro que consciente o inconsciente, el tenerlo con un hálito de vida era seguir teniendo al Hombre en casa. Al Hombre, con mayúscula, porque sólo puede ser hombre quien no lo es, el adolescente, por ejemplo, o el vanidoso. Quien es verdaderamente hombre se preocupa por aparentarlo. Hay que apresurarse a desembarazarse de lo que se teme perder. El mismo miedo es un signo de la consecuencia de lo que se teme perder. La “vida” que puede perderse no es la VIDA. Ni la existencia que “puede” perderse es verdadera existencia. Renunciar a todo por amor (que es más fuerte que la muerte) es una nimiedad para quien verdaderamente ama. El verdadero ascetismo comienza con la supresión del miedo a perder lo que puede ser perdido. El asceta no tiene miedo.

Lo quiero recordar lleno de vitalidad, de alegría de vivir, noble como pocos, capacidad inagotable de amar, inteligencia creadora, profesional de éxito, nobleza y lealtad, generoso, humano, compenetrado con los más altos valores. Tenacidad inquebrantable.
Conversador, siempre entretenido, humor originalísimo, diferente y contagioso. Las palabras “vanidad” y “jactancia” no estaban en su diccionario personal. Era original, hasta la manera de sonreír dulcemente cuando hablaba con humor.

Adónde y cómo lo conocí, se me escapa del recuerdo, entre las esfumadas nieblas de tiempos pasados. Pero lo recuerdo desde hace muchos años. Delgado, mirada vivaz y penetrante. Ya tenía una personalidad fuera de lo común, que fue evolucionando a través de los años hasta que llegó a ser lo que quiso ser: triunfó como empresario y se casó con la mujer de su vida.
Como persona fue Presidente de nuestra “Euskal Etxea”, actuando siempre en defensa de los intereses de ella.

Fui, desde hace mucho tiempo, amigo de la pareja. Pero hubo un momento que llegamos a ser íntimos. Surgió entre nosotros, ese tipo de intimidad en que se puede hablar de todo, cuando mi situación económica fue inestable, volcándose ellos en mi ayuda desinteresadamente. Ahí comenzó cuando un día descubrimos que coincidíamos en nuestro concepto de amistad.
Éramos humanistas y no comprendíamos como era posible que hubiera gente cuya única vocación fuera el poder por el poder y el enriquecimiento sin límites. La amistad se reforzó cuando descubrimos que amábamos el buen vino y la buena comida.

Algunas veces iba a comer a su casa y apenas llegaba escogíamos un buen vino. Pero, a veces, la conversación era tan interesante que sin darnos cuenta, ya se había pasado la hora de beber. Otras veces la discusión sobre cuestiones económica era tan apasionada que el tiempo parecía detenerse. Para mí, Pedro no ha muerto. Sigue vivo en mi memoria y en mi corazón, en el de su esposa y en el de sus hijos. Fue un marido ejemplar y un padre que no tuvo sino un defecto. El mismo defecto que tuvo mi padre: hacerse amar demasiado por sus hijos y amigos.

José Luis López Marcos.

1 comentario:

  1. gracias por estas palabras tan precisas sobre mi tio, yo tambien le queria muchisimo, como no!!

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